domingo, 2 de octubre de 2011

Abre Los Ojos

"Un día creí que yendo con los ojos abiertos me iría mejor, ya sabes, la eterna cruzada contra la vida, por bandera la sinceridad y todas esas cosas, pensando que así todo saldría bien, incluso me permití el lujo de dar ese consejo, que tan bien queda y además, recuerda, que yo confiaba en ello ciegamente.
Hoy no sería tan hijo de puta de decirte a ti lo mismo, mandándote a la trinchera sin un triste casco, sin un mal arma."

"No me atrevo a decir nada, no estoy seguro. Aunque esos ojos, sin duda, son los tuyos.... Más cargados de nostalgia, quizás, más oscuros."   I. Serrano.

-         Abre los ojos.
Tu voz ha sonado suave, como suele ser su tono, casi susurrante, pero a la vez contundente.
Miro a los tuyos, tan abiertos, supongo, tan azules, y me da por pensar que, si yo tuviera tus ojos, también pediría lo mismo. Pero no te lo digo, claro. Me lo callo, como me callo tantas cosas, ya sabes, es mi especialidad. Pensar y callar, sobre todo si es bueno, sobre todo si es para decirle algo así a alguien, no sea que después el cosmos entero se me vuelva en contra y bla bla.
Te miro, dolido, más de lo que hubiera supuesto que me podría doler un comentario así, y tus ojos siguen fijos en mí, tal vez esperando una respuesta que no va a llegar.
Ya, como si fuese tan fácil. Supongo que no es del todo complicado ver la vida desde esos ojos claros, decorando todo de azul, con esa alegría, esas risas, ese camino recto y sin demasiadas piedras, si bien no te culpo por ello, y mucho menos te juzgo.
Pero no puedo decir sino que deberías estar aquí, con los míos. Quizás entonces me entenderías mejor.
Si yo abro los ojos veo demasiada mierda, demasiada tierra árida, demasiadas flores marchitas.
Si yo abro los ojos veo dolor y pasado, veo mentiras que aún hoy sigo sin saber por qué vinieron, veo ojos (fíjate qué ironía) que hicieron de todo menos decir la verdad, y nunca vi el menor sentimiento de culpa, de arrepentimiento, ni en el momento de ser descubiertos, ni antes, ni después.
La gente no se arrepiente casi nunca de lo que hace. Tal vez piensen en esas cosas y se sientan mal durante un rato, pero aprenden a mantenerlo alejado de ellos mismos, a esconderlo en algún lugar de su cuerpo, no sé si cerebro, corazón, o cualquier otro órgano, y lo conservan ahí, simplemente, sin dar ruido y sin salir bajo ningún concepto, tal vez llegando un día en que incluso se olviden de ello por completo. No desaparece de sus vidas, pero tampoco pasa algo muy distinto a eso. ¿Y sabes qué? Los envidio. De nada sirve vivir con culpas, sólo que, cuando eres tú quien las lleva dentro, no entiendes cómo hay gente que se ha podido olvidar de ellas, y vivir tranquilamente.
Pero así es, pequeña.
Si yo abro los ojos veo puñales clavados en la espalda, incomprensiones, sueños rotos a favor de un trabajo aburrido pero seguro. Veo a alguien diciéndole a otro alguien que se puede ir, que no se preocupe, que lo entiende todo, y veo la lágrima más dolorosa de su vida no caer por su mejilla.
Veo a un hombre en su cuarenta cumpleaños con la mirada perdida tras un cristal empapado en lluvia y debatiendo consigo mismo cuando se le olvidó ser joven, si la edad te quita la juventud, o es uno mismo quien la pierde, echándole la culpa a ella, ya sabes, te he dicho antes que se vive mejor sin culparse a uno mismo… por suerte (o desgracia) siempre hay un instante de soledad y una ventana empapada en lluvia para ponernos las cosas en su sitio… aunque, tras eso, consigamos escondérnoslo de nuevo.
Todos llevamos errores con nosotros.
Yo también recuerdo aquella mano que se alzó buscando la mía y nunca la cogí, pero tenía tanto que aprender en aquellos tiempos… casi tanto como tienes tú, hasta creo recordar que también tenía los ojos azules por aquel entonces. También me pidieron perdón y nunca logré perdonar, también vi ojos dolidos por haberme fallado, y nunca conseguí, ni apenas intenté, olvidarlo, si bien de eso no me culpo tanto.
Un perdón no hace desaparecer, disminuir, ni siquiera aliviar, el dolor causado.
Si abro los ojos veo tanta mierda que no sé donde coño meterme, porque detrás de estos ojos marrones no se ve nada especial, no te creas, no es como ese mundo azul tuyo.
Aquí ni siquiera existe el azul.
Si abro los ojos, pequeña, me topo de frente contra la realidad, y no es la que tú crees que es… pero es pronto para que te des cuenta de ello.
Tú debes seguir así, con tus preciosos ojos bien abiertos, no sería justo que fuese de otra manera. Pero tus ojos son crédulos y jóvenes… ni siquiera veo ningún dolor en ellos, y una mirada sin dolor escondido no es una mirada de verdad. Así que me limito a mirarte el azul claro, y a callarme.
Un día creí que yendo con los ojos abiertos me iría mejor, ya sabes, la eterna cruzada contra la vida, por bandera la sinceridad y todas esas cosas, pensando que así todo saldría bien, incluso me permití el lujo de dar ese consejo, que tan bien queda y además, recuerda, que yo confiaba en ello ciegamente.
Hoy no sería tan hijo de puta de decirte a ti lo mismo, mandándote a la trinchera sin un triste casco, sin un mal arma. Hoy me limito a callarme y a pensar que ya llegará el día en que tú sola te des cuenta de todo, y si por un milagro ese día nunca llega, bueno, supongo que nunca llegarás a saber lo increíblemente afortunada que serás.
Simplemente, hay quien no es capaz de enfrentarse al dolor, o no sabe, y prefiere vivir acobardado sin dar pasos adelante… y hay quien sí es capaz de enfrentarse, aunque sea pagando el inevitable precio de acabar loco, como yo.
No es cuestión de engañarse a uno mismo, ni de fingir que no sabe nada, ni de olvidar las cosas… es simplemente que llega un momento en el que uno decide cerrar los ojos, harto de lo que ve.
Así que no te atrevas a decirme que los abra.
Me miras, esperando aún esa respuesta, esa que no va a llegar.
Una respuesta que nunca entenderías, tan terroríficamente simple, y que tan sorprendida te dejaría, si descubrieras que eres tú quien vive con tus preciosos ojos cerrados, y no al revés.


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