sábado, 31 de diciembre de 2011

2012



"La abrazo, y me uno al grupo, mirando ese cielo cada vez más iluminado.
Algo debe tener, cuando todas las personas que más quiero en este mundo ahora mismo están o mirándolo, o en él."


 
Vaya tontería.
Una gran e infantil tontería.
Hace un frío que hiela los huesos, y no entiendo qué sentido tiene estar aquí, a la intemperie, sólo por recibir al año. ¿Acaso no va a venir igualmente? Y que lo hagan los adolescentes, aquellos que aún tienen la cabeza apta para creerse las típicas pelis que se estrenan en esta época del año y tal, mira, pero ¿Nosotros? Por favor. Pero nada, es lo que toca.
Pero sigo y seguiré diciendo que es una tontería.
Los primeros fuegos artificiales saltan por los aires, llenando el oscuro cielo de colores totalmente diferentes, y mi única sonrisa se escapa por la sencilla razón de que el idiota que los haya tirado aún no se ha parado a mirar el reloj y ver que todavía no es la hora. Un “oh” infantil se oye al unísono, y la vergüenza ajena se apodera de mí. Miro hacia un lado, y veo a un par de amigos míos, de esos de los de verdad, de los que no es que sepas que siempre han estado ahí, sino que nunca se irán. Miran hacia el cielo como niños pequeños, y veo, con sorpresa, que tienen los ojos iluminados (y no, aún no han hecho nada para que haya un motivo para que los tengan así). Me sorprende verles así, y, cuando me doy cuenta, una sonrisa se adueña de mi boca.
Todo se va llenando de bombillas de colores progresivamente, y todo el mundo parece ilusionarse como si su felicidad dependiera de cada una de esas luces.
Quedan apenas cinco minutos, y siento los nervios en cada ser que está aquí conmigo, aunque yo no los encuentre por ningún lado.
Los fuegos siguen manifestándose, y cada vez veo a amigos más ilusionados, incluído ese que juraba y perjuraba que jamás sería tan idiota como para “entontarse” (palabra suya) por culpa de una chica… ahí lo tengo, abrazado por detrás a una rubia que conoció a principios de verano. Apoya su barbilla en el hombro de ella, teniendo que inclinarse un poco para ello, y ella sonríe y lo besa en la mejilla. Él me mira, y no, ya no recuerda aquella frase de los entontamientos. Está feliz, y me guiña el ojo. Sin saberlo, mi sonrisda se ha vuelto a engrandar. Estoy con quien quiero estar, con todos ellos… y con ella, por supuesto. Noto como una mano me tira levemente de la chaqueta, y la miro. Me sonríe, feliz (ella es la primera a la que le encantan las luces, los fuegos, todo lo relacionado con esto, que a mí me parece una tontería) y rodea mi cintura con sus brazos, mientras deja caer su mejilla en mi pecho.
La abrazo, y me uno al grupo, mirando ese cielo cada vez más iluminado.
Algo debe tener, cuando todas las personas que más quiero en este mundo ahora mismo están o mirándolo, o en él.
Lo de menos es en qué parte estamos cada uno. Estamos juntos, y eso es lo que importa.
La abrazo, y ella me mira, con la sonrisa aún más feliz que antes.
Ahora todos miramos al cielo, la inmensa mayoría expectantes porque llegue el momento, felices, y yo también, si ellos, y si ella, ese ser que ahora mismo me abraza, y no quiero que me suelte nunca, lo están.
Llegó la hora, termina el año y todo el mundo, simplemente por eso, en unos instantes saltará, gritará de alegría, se abrazará y reirá.
Vaya tontería.
Tan sólo espero que el año que entra, y toda nuestra vida, esté repleta de tonterías como esta.