domingo, 9 de octubre de 2011

Desvelado

Tu voz sonó mientras escribía ese relato. Entonces no lo sabía, pero tiempo después lo entendí todo.
No podía ser casualidad.




 "Es una lástima que no te puedas ver dormir, porque te aseguro que eres lo más precioso que existe ahora mismo encima de la Tierra."



Desvelado.
Siempre me cuesta coger el sueño por la noche. Sin embargo, a la hora de las siestas, o en cualquier momento sin darme cuenta, ya sea viendo la tele, leyendo, o similar, no necesito ni cinco minutos para lograrlo. Será que a esas horas el mundo gira sin necesidad que esté yo, que todo sigue su curso, que las musas están dormidas… que el silencio y la intimidad que me regala la noche están tan lejanos, que no puedo sino aburrirme hasta el sueño.
Pero a estas horas es diferente. Por la noche ese silencio del que hablaba está latente, me susurra al oído, esa intimidad me hace sentirme vivo, encontrarme conmigo mismo, con esta mente tan personal y característica que tengo, y noto como las musas se despiertan, se desperezan, y me tiran de la manga como un niño pequeño para que no tenga reparos en aceptar sus servicios.
La noche es ese momento en el que me siento yo, en el que las horas pasan más rápido que en cualquier otro momento del día, en el que me meto en la cama por obligación, casi siempre con el amanecer a cuestas, nunca por sueño o propia voluntad.
La noche es esa que tanto he usado para escribir, para pensar en todos esos rostros que en algún momento de mi vida he tenido en mente, y volver a vivir ese encuentro que se produjo unas horas antes, o esa conversación antes de que se fuera a dormir, o ese beso antes de dejarla en casa.
La noche es esa que un día me dijo, como ese amigo que te dice la verdad a la cara, aunque no quieras escucharla, que, cuando no quería por ninguno de los medios volver a dedicarla a alguien que no fuera yo, apareciste, sin un por qué, sin una razón demasiado contundente.
Tus ojos se fueron adueñando de esas horas, tu sonrisa, tu voz… no tienes ni idea de todo lo que he creado, del mundo que te he dedicado, de todas las cosas que he escrito en numerosas noches debido a tu recuerdo, más latente que nunca en ese momento del día.
Desvelado.
Así me encuentro ahora, a las cuatro de la mañana, pero, sorpresa, hoy sí que estoy metido en la cama.
Hoy no es día para escribir, ni escuchar alguna canción, ni mirar al techo pensando en tu voz o anotar ideas que me lleven a encontrarme contigo en un relato próximo.
Hoy estás aquí.
Miro hacia mi izquierda, y encuentro tu rostro a unos pocos centímetros.
Tu mejilla derecha sobre la almohada, tu mano derecha debajo de esta, tus ojos cerrados, vibrando levemente en ocasiones, debido a lo profundo de tu sueño.
Tu cuerpo alzándose y bajándose con tu respiración, armoniosa y tranquila, tu postura en “ese”, con las piernas juntas y flexionadas, tu perfecta silueta adivinándose debajo de las sábanas.
No quiero ni moverme, porque jamás me perdonaría despertarte, jamás me perdonaría romper este momento, en el que cada uno de mis relatos se juntan para formar tu imagen, cada una de las musas te observan asombradas, alrededor de la cama y pegándose codazos para estar en primera fila, rindiéndose a la que verdaderamente me llena, a la más perfecta de todas.
Todo se rinde a ti, pequeña.
Este silencio, esta intimidad, esta noche. Todo está a tu merced, saben mejor que nadie que hoy eres nuestra invitada de honor, y no quieren sino que duermas profundamente.
Todo ha empezado como un juego hace unas horas, en las que, de manera totalmente improvisada, me dijiste que estaría bien dormir juntos, casi avergonzada por mi posible respuesta.
Te dije que estaba de acuerdo, y me recalcaste la palabra “dormir”, de forma pausada y abriendo los ojos, para dejar claro que era eso, y solamente eso, y yo te volví a decir que estaba de acuerdo.
Habrá tiempo para ahogarme en tu cuerpo, no tengo prisa.
Habrá tiempo para aprenderme de memoria cada uno de tus poros, para desgastar tus labios, para besarte hasta el último trozo de piel… y aunque me muero de ganas de descubrirlo, a la vez no tengo ninguna impaciencia.
Habrá tiempo para noches de lujuria y frenetismo, para amanecer con tu sujetador colgado de la lámpara y las sábanas revueltas y tiradas por el suelo, mientras tus uñas clavadas en mi espalda son la muestra física más contundente de lo intensa que fue la noche… y será único, pero como igualmente lo es este momento.
¿Sabes? Me he acostado con algunas chicas en mi vida, con amor y sin él, con pasión y sin ella, pero pocas veces había hecho esto, y pocas veces ella le había dado tanta importancia como tú se la has dado esta noche.
Meterte en la cama como una niña pequeña que se acuesta pronto para que los Reyes Magos no se olviden de visitar su salón, bromear durante un buen rato conmigo, tirando de las sábanas y recordando cosas de la película que vimos juntos, y notar ese sueño invadiéndote poco a poco, ver tus ojos ir cerrándose cada vez más, hasta entregarte a él por completo.
Es una lástima que no te puedas ver dormir, porque te aseguro que eres lo más precioso que existe ahora mismo encima de la Tierra.
Observar hasta el más pequeño de tus detalles, tu mano izquierda agarrando un trozo de sábana, tus labios sellados, el sonido de tu respiración, y esa melodía improvisada que son tus suspiros, a cada poco.
Y es aquí cuando entiendo todo, cada una de las palabras que he escrito sobre ti, todas esas confusiones que tenía cuando apareciste en mi vida, todos los temores, las dudas, las ganas de verte, cada vez más.
Ahora lo entiendo todo, porque el tenerte aquí, el tenerte así, y el reconocerme lo que siento a causa de ello, es la prueba más contundente que pueda existir.
Desvelado.
Rendido ante ti, ante esto que me estás haciendo sentir y noto que se me va de las manos, de mi propia voluntad, y que eso, que me aterraba hasta hace nada, ahora me hace confiar, apostar por ello, apostar por ti, aunque ya casi no me quede nada en los bolsillos, de tantas veces que arriesgué al all-in y acabé perdiéndolo todo.
Pero eso es pasado. Todo lo que viví hasta un minuto antes en que tú aparecieras por primera vez no tiene absolutamente ningún valor ya.
Alzo la mano derecha, temiendo que te pueda despertar, pero rindiéndome a las ganas irremediables de tocarte, y, después de acariciarte levemente la mejilla, te paso el pelo por detrás de la oreja.
Vuelves a suspirar, y abres los ojos, lentamente, con una sonrisa.
No sé si eres consciente, no sé si mañana te acordarás de este momento, o estás tan dormida que dudarás si ha sido un sueño.
-         ¿Qué hora es?   -Susurras-
-         Vuelve a dormir.  –Contesto, sonriéndote-
Sonríes, y vuelves a cerrar los ojos.
Sí, probablemente mañana dudes, y no sepas si esto que acabas de vivir fue real o no.
No es tan raro al fin y al cabo, yo tengo la misma sensación, aún sin dormirme.
Es lo que tiene tanta perfección.

No hay comentarios:

Publicar un comentario