miércoles, 9 de noviembre de 2011

Carta de Bienvenida

Justo un mes después vuelvo a aparecer, y no es para subir algo nuevo. He vuelto a oír una canción, que me hizo escribir un relato hace años, y del que sigo bastante satisfecho y orgulloso. Lo pongo aquí, por original, especial, y porque creo que vale la pena.



"Quise escribirte una canción para enseñarte a vivir. Eres un recién llegado... y yo ya soy tu aprendiz." I. Serrano.

"Se acerca a ti, y te mira con esa sonrisa que antes te dije, mientras te coge en brazos… y en este momento se está acercando a mí.
La huelo, te huelo a ti, y si dejo el lápiz en la mesa, que es la otra parte mágica de mi vida, y estiro la mano un poco, puedo tocaros a los dos.
¿Existe algo más inmenso?"



¿Sabes? Hasta hace poco, cuando disfrutaba de estos silencios, de estos momentos sin nadie alrededor, y me sentía a solas, la verdad es que me encontraba a gusto.
Siempre me gustó esa sensación, esos instantes en los que uno se es más sincero consigo mismo, aunque a veces los problemas duelan más, e incluso se hagan más intensos… pero es una ocasión perfecta para quedar con uno mismo, para conocerse un poco más, para preguntarse qué tal le va… como me gusta decir a mí, para repostar con el tanque vacío, y salir de ese momento con el depósito lleno, dispuesto a dar guerra en la vida esa que acecha ahí afuera.
Y ahora, sin embargo, cuando disfruto de estos momentos de silencio, los sigo saboreando exactamente igual… pero nunca, nunca, me siento a solas. Esa sensación es totalmente desconocida para mí desde que estás tú.
Recuerdo aquel que fui como alguien lejano, recuerdo esas dudas, esos problemas, ese corazón en carne viva, esos días que pasaban igual que los anteriores, con un vacío interior que me aterraba, con unas inmensas ganas de encontrar algo, echando terriblemente de menos lo que ni siquiera sabía qué era… y ahora sí que lo sé.
Era ella. Eras tú.
(Me paro aquí, para mirarte por encima… pero no parece que me hagas caso.)
La vida. Ese es otro tema, supongo que mucho más complicado que cualquiera que pueda haber, y si esperas que te dé lecciones o que te diga cómo debes enfrentarte a ella, has dado con la persona equivocada, muchacho… qué quieres que le haga, si yo soy poco más que un niño al que le gusta dejarse la barba de tres días, alguien que, cuando la mira (aquí me tienes que entender, pues tú también quedas hipnotizado con sus ojos) finge tener el control y saber siempre lo que hacer en cada momento, aunque la verdad todo sea improvisado… y sobre todo, por la seguridad que me da, que irradia en su perfecta sonrisa. Créeme, esa sonrisa es capaz de ablandar al enemigo más terrorífico del mundo, esa sonrisa puede hacer que aparezca el sol en un día de tormenta, esa sonrisa puede iluminar una casa entera a oscuras… esa sonrisa puede dar vida.
A mí me la dio, a mí me rescató.
Así que aquí estoy, con vértigo hasta de mirarte a los ojos, como si ya de por sí intimidaras con tu pequeño cuerpo, pero tu inmensa presencia… es como si dudara si hablarte de usted, como si fueras algo que no debo ni mirar demasiado seguido.
Así que aquí estoy, mirándote esos ojos tan únicos y reventándome la cabeza pensando cómo demonios eres tan precioso, y acabando con la única posible respuesta de que has tenido la inmensa suerte de sacar poco de mí, y sin embargo heredar toda la inmensa belleza de ella.
¿Sabes? Me encantará ver cómo creces, cómo improviso un papel que aún desconozco y me hace sentirme terriblemente mayor… me imagino cómo serán mis regañinas, mis gritos para que bajes la música o te sientes a cenar, mis dudas cuando te vea en tu habitación, a solas, sabiendo que estás triste y sin decidirme a qué hacer, si preguntarte qué te pasa o esperar que tú me lo digas por ti mismo.... Imagino cómo será cuando me ponga autoritario y hasta puede incluso que consiga que me creas, aunque por dentro esté muerto de miedo, imagino cómo serán esas charlas sobre las mujeres, sobre fútbol… oh, sí, pequeño mío, nunca sientas en la sangre los colores de un equipo, si no quieres quedarte sin ganas de cenar muchas noches del año y cabrearte con todo… aunque, si me lo preguntas dentro de diez segundos, te diré que ames a un equipo, sea cual sea (a ser posible el mismo que papá) que es una de las sensaciones más bonitas que puedes tener.
Imagino cómo será cuando veamos la hora y nos miremos ella y yo, asustados, sabiendo que empieza a amanecer y que aún no has vuelto a casa, imagino cómo será cuando descubra tus lágrimas porque una chica empieza a hacerte sentir algo, que no sabes bien qué es, pero que es como un agobio por dentro que sólo te deja en paz cuando estás con ella, algo que te hace buscarla por todos sitios, interesarte casi sin darte cuenta por cada cosa que hace o deja de hacer, y que cuando te sonríe, aunque sea un poco, se van todos los problemas, las preocupaciones, las penas.
Sí, amigo… el amor es algo de lo que podría hablarte horas y horas, y, como buen pesimista que soy (eso dice tu madre), no me queda más remedio que empezarte por lo malo… porque el amor duele, duele a rabiar, duele hasta que crees que no vas a soportar ni una sola gota más de dolor. Te sentirás incomprendido, ocurrirán cosas a las que jamás les podrás encontrar explicación, y que sólo superarás con la triste ¿Solución? De resignarte y seguir avanzando en el camino… pasarán cosas que nunca hubieras esperado, sentirás celos, dudas, nervios, y vivirás malos momentos, te lo digo por experiencia, todo eso me pasó, hasta llegar a la conclusión de que el amor no era lo mío, que no había nadie especial para mí, que las que había las tuve, pero me dieron la patada… y, tantos años y años de inexplicación, terminaron su misterio el día en que la vi por primera vez, en que la miré a los ojos y supe que, simplemente, mi propio camino me había llevado hasta allí, hasta ella, desde el primer beso que di.
No fue fácil tenerla, ni mucho menos… aunque eso es algo que te contaré en otro momento.
Pero, una vez dicho lo malo, tengo que decirte que el amor es lo más bonito que te puede pasar en la vida… desde el más adolescente, desenfrenado, excitante y alocado, hasta el más conservador, maduro, serio y pasional; desde el más arriesgado, inseguro, vertiginoso e inestable, hasta el más formal, racional, comprometido y con planes de futuro… da igual como sea, es lo más bonito. Todo eso que sientes, esa vorágine de sentimientos, esa manera de creer que el corazón late exclusivamente porque esa persona existe.
En fin, amigo mío, que, aunque en muchísimas ocasiones de tu vida creas que no vale la pena, que alguien te puso ahí, y no entiendes por qué, te debes quedar con que es un regalo, que la vida es un regalo que se te concedió, que eres un privilegiado, y que un día todo encajará, pieza por pieza, hasta que entiendas todo… y entender todo acojona que te cagas, te lo aviso.
Acojona cuando te viene el ser que más amas en este mundo, con temblor en las manos y tragándose las lágrimas del terror más puro, y te dice que está asustada porque la posibilidad de que te encamines cuando aún no fuiste llamado es muy probable… y que, a pesar de ese terror, una desconcertante alegría, nada parecido a cualquier cosa que viviéramos hasta ese momento de nuestras vidas, nos inunde el alma… más aún después de comprender que, con estos padres que tienes tan… rebeldes (dejémoslo ahí) era imposible que llegaras cuando quisiéramos, sino cuando a ti te plació.
Y entonces ves como ella, a cada gramo que aumenta, lo multiplica por mil en preciosidad, que cuanto más fea se ve, más increíble la veo yo… y un día, cuando ni tiempo ha dado a ir aceptándolo, escuchas llorar a una personita que decide que ya es hora de que madure… y la ves a ella, sudada y agotada, con una sonrisa que te obliga a darle el alma eternamente, y escuchas de su voz que la palabra papá, por primera vez, no se dirige a alguien maduro, casado desde hace muchos años y con casa propia y estabilidad, que entraba en mi habitación para calmarme… que esta vez papá soy yo.
Recuerdo que me acerqué a ti, en brazos de ella (sí, yo también me siento seguro sólo ahí), y supe que en ese momento mi vida ya no me pertenecía, sino que, tal vez sin permiso, os la habíais repartido en un cincuenta por ciento perfecto.
Dentro de unos pocos minutos esa puerta que tengo enfrente se abrirá, y este silencio del que antes te he dicho que disfruto se acabará, porque llegará ella, con su risa, sus bromas y sus cariñosas órdenes. Entrará e irá por ti primero (para variar), te dedicará la sonrisa más dulce del mundo con alguna caricia, y luego si hay suerte vendrá hacia mí, a preguntarme qué tal estoy, y seré yo quien disfrute sus labios… sé que sólo la quieres para ti, pero míralo de esta manera: no todos tienen la suerte de tener a la chica más guapa del universo con ellos, y nosotros la tenemos las veinticuatro horas… qué menos que compartirla, ¿No?
Bueno, compañero… me están entrando unas ganas tontísimas de echar la lágrima, como esas veces en las que veo una peli de esas que le gustan a tu madre y al final el que siempre acabo llorando (ni se te ocurra decirlo jamás) soy yo, y ella primero se ríe y después me clava esa mirada que me hace tan grande, y me dice que no tengo ni idea de lo que le maravilla que detrás de mis tatuajes, de mi aspecto de duro y de mi muralla de aparentar ser frío sea así, como la enamoré… sé que conoces esa sensación.
Así que eso, como paso de que apenas estés en este mundo y ya te rías de mí, voy a cortar antes de que las lágrimas sean más continuas… pero recuérdame que no se me olvide decirte un día que, llorar de felicidad, es una de las cosas más grandes que te pueden ocurrir. Saber que apenas hace un tiempo de mi vida estaba tan perdido, tan desubicado, y hoy sé a donde pertenezco, qué es lo que he venido a hacer en esta vida, que te tengo a ti y la tengo a ella… y por Dios que con sólo eso me basta en este mundo, no necesito absolutamente nada más, ni la más mínima cosa.
Escucho la puerta abrirse, y la veo aparecer, con su sonrisa nada más llegar, y mirando a ver qué estoy haciendo, como si no me diera cuenta.
Se acerca a ti, y te mira con esa sonrisa que antes te dije, mientras te coge en brazos… y en este momento se está acercando a mí.
La huelo, te huelo a ti, y si dejo el lápiz en la mesa, que es la otra parte mágica de mi vida, y estiro la mano un poco, puedo tocaros a los dos.
¿Existe algo más inmenso?
Y es aquí, amigo, cuando debo decirte que en la vida se siente dolor, se teme, se llora, y se hiere uno; se suspende, se cae, se fracasa y se tropieza. Que en la vida se sufre lo que no está escrito… pero sobre todo, por encima de todas las cosas, en la vida se es feliz.
Bienvenido.